sábado, 10 de octubre de 2009

Reflexiones de una sobremesa de café

Cuando decides que algo no debe estar en un determinado sitio siempre quedará su reemplazo o su silueta para recordarte la ausencia que tú mismo quieres provocar.

En un mundo que cada día está más compuesto de bits, en ese mismo mundo en el que la gente se sonríe con dos puntos y una dé, en ese mundo en el que ya ni siquiera preguntamos la hora porque la miramos en el móvil, en el i-phone o incluso en los parquímetros de las calles... en este mundo en el que pronto el amor estará codificado electrónicamente en cardiomegas, yo cada día echo más de menos el roce de otra piel, el calor que dan otros brazos cuando te estrechan, el sonido de unas palabras que acaricien mi oído a escasos centímetros.

Estoy cambiando, lo noto, pero aún así sigo fiel a las mismas pasiones e impulsos que un día me llevan al cielo y el siguiente al fango. Cada día entro en el campo de justas a lomos de mi caballo medieval para enfrentarme al caballero Sir Miedo que me espera sin los arañazos del anterior combate, renovado como si todos mis golpes no le hubiesen afectado... Siempre empiezo a jugar por el monstruo final de pantalla. Pero no me importa, todavía me quedan créditos.

Un día encontraré la música de las esferas, la armonía cósmico-sideral transformada en una certeza de polos negativos que será imposible separar.

2 comentarios:

Secundino dijo...

¿Conoces la canción Vincent de Don McLean que se basa en ese cuadro?
Se que te lo digo a través de los bits, pero te la recomiendo enormemente

Diego dijo...

He llegado de rebote a tu blog (buscas lunas y encuentras lunáticos :P) y, aunque aún no lo he leído todo, me he visto en la obligación de dejarte escrito que me mola bastante (a ver si, de paso, te sirve como incentivo para volver a escribir, que veo que no lo haces desde octubre).
Ya sé que la última entrada es la de La Luna llora los lunes, pero, aunque me ha gustado, no entiendo mucho de poesía, así que escribo en esta, que me siento más identificado.