jueves, 26 de abril de 2007

La cometa



La vida sopla y los vientos creados me desplazan con rumbo indeterminado. Y yo me dejo transportar. Echaba de menos los soplos acostumbrado a la quietud y la estaticidad del mundo pasado.

Me elevo como las cometas en la playa, oscilante e inestable por momentos. Siento el aire en la cara y levito. En ocasiones las brisas traicioneras me empujan hacia el suelo pero remonto el vuelo y esquivo el golpe.

Soy de papel. Ligero y manejable. Cómodo de transportar. Pero también frágil, capaz de ser atravesado por una mala ráfaga o el contacto de la arena. Me doy cuenta de que necesito cuidado, aunque sólo sea un pequeño mantenimiento rutinario. Con eso es más que suficiente. Me basta si me limpian la sal y me guardan en un sitio seguro.

Me adapto a cualquier tipo de viaje. Soy capaz de quedarme flotando sin moverme del sitio, planear suavemente o realizar giros y acrobacias imposibles. Confío en las manos de las que dependo. Llevo toda la vida haciéndolo. A pesar de los picotazos que porto en mis esquinas.

Desde el cielo contemplo el paisaje. Inspiro la vida hasta llenar todos mis rincones y tuerzo mis mastiles para convertirlos en una sonrisa de seguridad y confianza.

Seguiré flotando, pintando el cielo de colores a mi paso, rúbrica que atestigüe que una vez, de tus manos, volví a elevarme y estuve aquí.