sábado, 3 de febrero de 2007

Los inevitables signos de interrogación

Una y otra vez sigues paseándote y no hay tiempo de recreos. Siempre me asaltan preguntas y siempre llamo a mis héroes para que me salven y me liberen por unos segundos precisamente de aquello que más me reconforta. De nuevo, incoherencia. Y me doy cuenta de que mis salvadores son inútiles, frágiles y débiles cuando sólo un recuerdo o una imagen evocada los derriba de un plumazo.

Te veo en mil sitios y te escucho en otros tantos. Y aunque tu aroma, tu sabor y tu tacto aún no se han pasado a visitarme, yo te guardo los míos y cada día los riego para que no se sequen. Sobre todo por las noches. Hago numerosos intentos de automoción para acabar descubriendo que siempre me mueve la misma inercia, que voy en un movimiento constante y concéntrico a la rotación del mundo de modo que, en todo momento, veo pasar las mismas cosas.

Y cuando más necesitas algo, más consciente te vuelves de lo prescindible que tú eres. Creas, imaginas, engendras con la única esperanza de rellenar los huecos marcados por el signo de interrogación, a pesar de que esas invenciones sean dolorosas y no puedas cuantificar la distancia a la que están de la realidad. Respondo a mis propias preguntas cuando encuentro silencio igual que un cocinero se desea buen provecho a sí mismo tras preparar comida para uno. Y a pesar de todo no dejo de soñar, no dejo de tener ganas de volar agarrado de una mano, de susurrar palabras a un oído, de viajar al fin del mundo, de desear que la vida me dé una sorpresa, de que ocurra un vuelco de los acontecimientos como siempre pasa hacia el final de los segundos actos…

Me esfuerzo por recomponer algo roto en mil cachos. Primero fue la aguja de costura, luego la barra de Pritt y después el Super Glue, la cola blanca y el metacrilato químico. Cambio el material a medida que aumenta la dificultad de adherirlos. A pesar de todo, y de un modo misterioso, la manualidad sigue funcionando con la misma fuerza. Y me llaman de muchas formas. Imbécil. Valiente. Iluso. Bueno. Cabezón. Loco. Y soy ninguno y soy todos ellos al extender una mano desnuda y dejarla tendida hasta que sea agarrada con fuerza o reciba un golpe que la baje.

Porque existen ciertos interrogantes a los que yo no puedo ni quiero contestar…

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