lunes, 29 de enero de 2007

Encuentro

Era una tarde gris. El cielo estaba cubierto y empezaba a anochecer.

Él salió del portal y comenzó a dar pasos sin rumbo. Como tantas otras veces. Abrió la mochila y guardó dentro sus llaves. Soltó un imperceptible suspiro y continuó andando.

Ella miraba por la ventana de un autobús. Deshacía con la mano el vaho del cristal dejando entrever pedazos de la calle. Cambió de emisora en la radio y por los auriculares le llegaron sonidos conocidos. Cerró los ojos.

Él subía una larga pendiente. Se había levantado viento y el pelo le golpeaba en la cara. Se acurrucó en su abrigo y se frotó las manos. Observó por unos instantes un banco al lado del camino y se subió en él. Cinco segundos más tarde se bajó y volvió a caminar.

Ella se apeó del autobús. Atravesó una plaza iluminada y se paró frente a la puerta de un teatro. Un desconocido cruzó por delante y pudo reconocer al instante su fragancia. Se giró y observó como se alejaba.

Él se apoyó en la barandilla. Levantó la mirada y contempló la inmensidad de la ciudad. Poco después, en la lejanía, una pequeña luz se encendía en una ventana haciendo que una lágrima rodara por su mejilla.

Ella distinguió la figura de su acompañante acercándose. Le recibió con un abrazo e intentó apoyar la cabeza en su pecho. Su cintura se vio rodeada por dos manos. Pero la geometría no acompañaba.

Él se secó el rostro y miró a la blanca luz que brillaba en el cielo.

Ella se apartó y observó fijamente la figura que aparecía tras las nubes.

Entonces se vieron.

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