jueves, 27 de septiembre de 2007

Fotogramas



Recuerdo un tiempo en el que las cosas eran sencillas. Un tiempo en el que un niño inquieto y nervioso correteaba por los pasillos de su casa, por el patio del colegio, por la arena de su parque. Recuerdo tardes enteras jugando al fútbol o en casa con los muñecos de plástico, con los coches o con los indios y los vaqueros. Recuerdo las meriendas de por la tarde, las colecciones de cromos, los domingos haciéndome el mayor y yendo a por el pan y el peródico. Recuerdo el escondite, la liebre, el bulldog, el balón prisionero, el rescate... recuerdo los veranos en la piscina, los viernes en el cine de Méndez Álvaro. Recuerdo mis horas de estancia en el colegio, mis minutos de trayecto, mis segundos de deberes y mi eternidad de libertad. Recuerdo donde empezaban y donde terminaban las preocupaciones. Recuerdo mi infancia como el islote de felicidad del que un día salí a nado.


Recuerdo mis primeros sentimientos. Mi primer amor casi perenne. Mi estaticidad, mi ingenuidad, mi timidez. Recuerdo mi primer beso tardío y mi primer desengaño. Recuerdo el dolor, el miedo y la soledad. Recuerdo el día que me presenté y le estreché la mano a mi mirador, la noche plagada de estrellas, la ciudad iluminada. Recuerdo que, ya entonces, sabía que te escondías en algún lugar... allá a lo lejos... donde una luz se encendía en una ventana.


Recuerdo el amor de verdad, los planes, los viajes. Recuerdo el sexo y la madurez emocional. Recuerdo las sorpresas, los cuentos, las bromas. Recuerdo la palabra “siempre”. Recuerdo como nuestro pequeño mundo se sustentaba en algún rincón de éste otro y no sabíamos cuál era el real. Recuerdo que juntos éramos invencibles. Recuerdo las risas, el cariño, la ternura...

Recuerdo la pasión, los sentimientos irrefrenables. Recuerdo mis errores. Recuerdo los engaños, las historias escondidas. Recuerdo la complicidad, las miradas al unísono, la telepatía. Recuerdo las piezas de un puzzle que nunca supimos cuadrar. Recuerdo la sonrisa alargada, los corazones de mierda, las almas gemelas. Recuerdo mil y una historias. Las visitas a lugares de este mundo y a los de más allá. Recuerdo un techo de estrellas y de lunas. Recuerdo nuevos libros, nuevas películas, nuevas canciones. Recuerdo que miraba a tu cara y veía amor y teatro. Recuerdo sentirme especial y único.


Recuerdo el sufrimiento, la impotencia, la inestabilidad. Recuerdo mis carencias, mi conciencia y mis esfuerzos de superación. Recuerdo el barro en mi cara, el tiritar de mis rodillas mientras me levantaban del suelo una vez tras otra. Recuerdo el sabor de mis lágrimas, la incomprensión. Recuerdo la locura, los saltos al abismo. Recuerdo los silencios, la espera, la inquietud... Recuerdo la máscara de bufón, las miradas ilusionadas de la gente a la que intentaba llenar de un optimismo del cual yo mismo carecía.

Recuerdo los nuevos principios, las nuevas ilusiones. Recuerdo los sentimientos inesperados, los torrentes de lo imprevisto. Recuerdo las dificultades, las unidireccionalidades, la pared. Recuerdo mi tesón, mi fe, mi tozudez... recuerdo a Edward Bloom en Big Fish. Recuerdo unos ojos brillantes que parpadeando un segundo me hacían coger fuerzas para un mes. Recuerdo el eclipse, la realidad que me tocaba vivir, mis limitaciones... Recuerdo las chucherías, los globos, los pasteles. Recuerdo el final. Recuerdo el comienzo. Recuerdo el final. Recuerdo el comienzo. También recuerdo el final. Recuerdo un mes de locura. ¿Recuerdo el comienzo?


Recuerdo la calma, la paciencia, la decisión de hacer las cosas bien. Recuerdo mi más inmediato ayer. Recuerdo como pasaban lentos los días mientras el otoño despedía al verano sin darnos cuenta. Recuerdo un sinfín de palabras... escritas, leídas, habladas, calladas... las recuerdo públicas, privadas, exclusivas y ocultas.

Recuerdo cada beso, cada abrazo, cada olor. Recuerdo cada reguero de sal en mi cara o en la tuya. Recuerdo cada instante, cada frase, cada emoción, cada mueca...

Recuerdo el día de mañana. Recuerdo mi amnesia. Recuerdo mi antinaturalidad y mi rendición. Recuerdo mi tristeza y mi soledad. Recuerdo como, el día anterior, escribía bajo el cobijo de la luna llena estas palabras mientras correteabas por mi mente. Recuerdo el mundo que te quise ofrecer, el brazo que te tendí. Recuerdo el lugar donde tu sueño y el mío murieron agarrados de la mano en un universo de injusticias. Recuerdo mi silencio...


Recuerdo que nunca pensé que fuera tan difícil.

Recuerdo que siempre traté de ser el mismo.

Recuerdo que amé con todo mi ser.

Recuerdo todos los pedazos.

Recuerdo...

Te recuerdo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La mayoría de las personas no podrían escribir algo así, aunque fuera otro el que escribiera y ellas solo tuvieran que abrirse la cabeza.. ¡¡Qué bonito todo!!, lo triste y lo alegre, lo eterno y lo finito..

Un abrazo, Tatus.

Negartija dijo...

Recuerdo el día que me encontré en persona con el cuadro de "El beso"... y me emocioné imaginando la esquina de ese palacio...

Menos mal que siempre quedan los recuerdos.