viernes, 9 de febrero de 2007

La inquietante historia de Chico sin Sitio

Era una mañana más como otra cualquiera. Un chico corriente (que más adelante pasará a ser Chico sin Sitio) se despierta en su cama a las 9:00 am. La noche anterior no bajó la persiana y algunos tenues rayos de luz se cuelan en la habitación.

Tras superar esa fase de duda en la que su cerebro debate sobre si levantarse o no, se decanta por la propuesta afirmativa y, como suele hacer otras veces, hace gala de sus problemas mentales realizando una cuenta atrás interna de 100 a 0. Una vez alcanza este número, se pone en pie, se mete en la ducha, se viste, recoge los útiles necesarios y baja al garaje a por su coche.

Una pequeña parada para repostar le sirve para confirmar algo que ya sabía y venía observando durante un tiempo. Es mejor echarte tú mismo el combustible porque puedes escurrir la manguera al acabar dentro del depósito mientras que si lo hace el dependiente gasolinero, recogerá la manguera y con un rápido giro de muñeca pondrá la abertura hacia arriba sin darte ni una gota más...

Después de esta observación absurda, el chico que posteriormente será conocido como Chico sin Sitio arranca su vehículo y coge, primero la calle, después la carretera de circunvalación, más tarde la autopista, luego la carretera comarcal para llegar, por fin, a su lugar de destino, sitio en el cual se encuentra realizando su proyecto fin de carrera. Su viaje ha sido amenizado por las ondas de un divertido programa mañanero en el que un locutor de radio gasta una broma a un oyente. "Yo soy más gracioso que este cabrón", piensa el chico que más adelante pasará a ser Chico sin Sitio, pero justo en ese momento ha de bajar la ventana de su automóvil para entregar la trajeta de identificación al guardia de seguridad.

Con un estilo, una clase y, por supuesto, un carisma superiores a los de Fernando Alonso aparca de una sóla maniobra. Sale del coche y se encamina hacia el lugar donde, en breves instantes, se llevará a cabo su tránsito de personalidad. El lugar que le hará poseedor de un nuevo apodo. Una tardía pila bautismal... El lugar en el que el chico se convertirá en... CHICO SIN SITIO.

El pasillo es largo, comienza a caminar... 1...2...3...4 pasos. Le llega un extraña sensación de empatía con Selma, la protagonista de Bailar en la Oscuridad y sus 107 steps... ¿una premonición de su cruel destino? Agitación al fondo del pasillo, concurrencia de gente... ¿por qué ese lío?, ¿por qué esa masa humana?, ¿por qué esa aglutinación de personas en una zona en el que no suele haber semejante tráfico?. Y sobre todo... ¿por qué esa zona ha de coincidir con el lugar que hasta ahora era el sitio del chico que en escasos segundos se convertiría en Chico sin Sitio?

Sus peores pesadillas se hacen realidad cuando abre la puerta. Primer plano a su lugar de trabajo con zoom acercándose en empujones discretos y discontinuos mientras suena la música de psicosis hasta dejar perfectamente enmarcada una cara desconocida. ¿Qué está pasando aquí?. De repente su oído recibe las siguientes palabras "¡Qué te han quitado el sitio!". La cámara se levanta, y enfoca al que ya es Chico sin Sitio desde arriba. Éste mira el cielo con la cabeza en pose de "está lloviendo y yo elevo los brazos para tocar la lluvia y me molo". La cámara gira alrededor suyo y Chico sin Sitio profiere el mítico y tópico pero siempre efectivo "¡Nooooooooooooooooooo!".

Al parecer Chico sin Sitio tendrá una nueva ubicación pronto, pero eso no ocurrirá durante esta misma mañana. Chico sin Sitio no puede usar su máquina de trabajo pues la persona desconocida está en esa misma mesa aporreando las teclas de un portátil. Chico sin Sitio no puede extraer su documentación pues no dispone de un medio de almacenamiento de datos lo suficientemente grande. Chico sin Sitio repara en que la solicitud de una beca terminó el día anterior y se le pasó entregar la ficha. Chico sin Sitio repetiría la escena del grito hacia el cielo, pero prefiere agachar la cabeza, aceptar esta jugarreta del azar y volver a recorrer el pasillo, esta vez en sentido inverso.

Chico sin Sitio monta en el coche, entrega la tarjeta al segurata de la salida y recorre primero la carretera comarcal, luego la autopista, después la carretera de circunvalación y al final la calle. El trayecto es amenizado por un programa de radio en el que suenan diversas canciones y Chico sin Sitio piensa "Tengo colegas que cantan infinitamente mejor".

El coche queda aparcado en el garaje y Chico sin Sitio observa que la aguja de la gasolina ha hecho un injusto descenso hacia el lado de color rojo.

Ascensor, llaves, puerta... Chico sin Sitio estuvo aquí mismo hace una hora. Se encamina a la cocina y decide darse un pequeño homenaje particular. Dos tostadas con aceite, tomate y jamón. Un zumo de naranja y un tazón de café con leche. Al menos le queda el consuelo de que estos ingredientes siempre tendrán sitio en su estómago.

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